viernes, 20 de agosto de 2010

LO QUE PIDE Y PROMETE EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Corazón de Jesús ven a Reinar

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús y su Espiritualidad

El Sagrado Corazón de Jesús no es simplemente un órgano del cuerpo de Cristo que bombea su Sangre. El Sagrado Corazón de Jesús es el lugar de encuentro del amor que Dios nos tiene y el amor de Cristo por Su padre y por nosotros, y desde ahí se manifiesta a todos los hombres.

El profeta Jeremías anunció: “he aquí que días vienen – oráculo de Yahveh – en que..1pondré mi ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y no seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jr 31,31.33). Esta profecía se cumple plenamente en El Sagrado Corazón de Jesús.

En El están presentes la justicia y la santidad que Dios desea ver en cada corazón humano (cf. Juan Pablo II, Redemptor Hominis 9.1). Este Corazón fue totalmente obediente al Padre hasta el extremo de morir en la Cruz (cf Flp 2). El plan del Padre es hacer nuestros corazones semejantes al de Cristo (cf. Ez 36,25-27).

Nuestro Señor invita a Su Sagrado Corazón a todos los que escuchan: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,28). A Su Corazón Eucarístico – los Milagros Eucarísticos, al ser analizados, todos muestran que la substancia carnosa de la Hostia es músculo del corazón - , El nos invita a venir y a comer de Su Carne y a Beber de Su Sangre en la Eucaristía (cf. Mt 26,26-28) así como a quedamos y a orar con El (cf. Mt. 26,40) en Adoración Eucaristíca. El nos invita a aprender de El como discípulos – como Sus amados - y a seguir Su camino de Justicia (cf. Mt.22,38 y el Sermón de la Montaña en Mt.5,7). El nos invita a tocar Su costado abierto, Su Corazón traspasado por amor a nosotros (cf.Mt.26,26-28), a fin de ser lavados en la Sangre del Cordero derramada por todos, y a beber profundamente del agua viva de Su Corazón (cf.Jn 7,37-39).

La devoción al Sagrado Corazón marcó a la Iglesia de su tiempo y también hoy debe llevarnos a hacer de Jesús el Rey y el Centro de nuestro propio corazón. Tener fe en Él y un amor que nos inflame y nos impulse a amarlo incluso hasta la cruz. Contemplar el Misterio Pascual, simbolizado por el Corazón traspasado, misterio de vida y muerte, signo de amor y salvación.

Esta devoción se desarrolla a través de una búsqueda ardiente de Dios y a favor de las almas, del deseo constante de ir más allá de uno mismo a fin de conformarse a Cristo hasta el sacrificio total. Despertar el fuego inextinguible del amor y el celo por dar a conocer y amar al Corazón de Jesús. Los devotos del Sagrado Corazón están llamados a realizar la tarea de edificar el Cuerpo de Cristo, consagrando su vida a amar al Corazón de Jesús y traducir ese amor al prójimo.

¡Únete también tú a este amor y piedad por el Sagrado Corazón de Jesús y deposita en Él toda su confianza, renovando esta antigua devoción que en su tiempo transformó a los fieles católicos!.

Sagrado Corazón de Jesús, ten misericordia de nosotros...

Muchos hemos crecido con esta jaculatoria en los labios, mientras que otros la han rezado fervientemente siendo ya adultos. Pero aunque la hayamos aprendido por primera vez de nuestros padres, de nuestros catequistas o del párroco de la Iglesia, aún ahora nos recuerda nuestras necesidades y a Jesús mismo. Tan es así, que El Sagrado Corazón es uno de los “nombres” como conocemos a Jesús.

¿Pero por qué lo llamamos Sagrado Corazón?

En ciertos momentos de la historia de la Iglesia, un evento especial o una persona en particular han sido importantes para llamar a los pecadores de regreso a Jesús. Recordemos cómo el Señor hizo caer por tierra a Saulo de Tarso, le dio el nombre de Pablo y lo envió a predicar a las naciones. O cómo le habló a San Francisco de Asís desde la cruz, le mandó ir a reconstruir Su Iglesia y más tarde compartió con él Sus llagas y Su costado herido para recordar a todos los cristinos la belleza y la simplicidad de Su Evangelio.

En la Francia del siglo diecisiete, Jesús abrió de nuevo Su Corazón a una humilde y piadosa religiosa, Margarita María Alacoque. Ella nació el 22 de Julio de 1647. Siendo todavía niña, consagró su corazón al Sacratísimo Corazón de Jesús. Su padre murió cuando tenía 8 años. Ella estuvo confinada a guardar cama por la fiebre reumática de los 11 a los 15 años. Quedó lisiada, pero por la intercesión de la Santísima Virgen fue curada por Dios. Para agradecer a Dios su curación, prometió entregar su vida en servicio de El. Cuando tenía diecisiete años, Jesús se le apareció tal como quedó después de la flagelación. De inmediato Margarita ingresó a la orden de la Visitación a fin de dedicarse enteramente al Señor. Estuvo sujeta a muchas pruebas y sufrimientos, pero lo soportó todo por amor a Dios.

Santa Margarita María amaba intensamente a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Él le mostró Su Sagrado Corazón en cuatro visiones. Las llamas que salían de Su Corazón nos recuerdan el ardiente amor que Él nos tiene y Su deseo de que correspondamos a ese amor. La corona de espinas alrededor de Su Corazón nos recuerda que debemos sacrificarnos para reparar por el pecado. Y tal como hizo con San Pablo y con San Francisco, le pidió a la religiosa que ayudara a las demás personas a entender cuán personal es el amor que Dios tiene por cada uno de Sus hijos. Y es que en esa época mucha gente consideraba que el Hijo de Dios estaba distante de sus vidas, algunos incluso se sentían totalmente excluidos por Dios. Así que Nuestro Señor le pidió que orara más fervientemente por ellos.

Al mostrarle Su Corazón, el Señor le dijo: “Mira, Margarita, este Corazón que tanto ama a los hombres y en cambio, de ellos sólo recibe ingratitudes, irreverencias, frialdades y desprecios en este Sacramento de Amor. Por eso pido que se reparen las injurias que Mi Corazón recibe en los altares”. En otra ocasión le dice: “Mi Corazón tiene deseo de ser conocido y amado de Sus criaturas, en las cuales quiero establecer Mi Reino, como fuente de todo bien, a fin de remedias sus necesidades.”

En ese tiempo no se acostumbraba recibir la Comunión con frecuencia y Jesús la invitó a recibirla tan a menudo como le fuera posible.

Santa Margarita murió en 1690. La devoción que Nuestro Señor dio al mundo por su medio fue oficialmente aprobada por el Papa Clemente XIII en 1765. Ella misma fue canonizada por el Papa Benedicto XV en 1920. Su fiesta se celebra el 16 Octubre.

Las palabras del Sagrado Corazón a Margarita María se dieron a conocer tan solo de manera gradual. Pero, eventualmente, ejercieron una profunda influencia en la Iglesia entera, lo cual se tradujo en oraciones especiales al Sagrado Corazón, la recepción más devota de la Sagrada Eucaristía, en imágenes y estatuas que nos son tan familiares y en una fiesta especial dedicada al Sagrado Corazón en el mes de Junio.

Jesús quiere que todos los hombres sean conscientes de Su gran amor por ellos y que correspondan a él. Éste es el núcleo de la devoción al Sagrado Corazón y tiene un sólido fundamento en las palabras de Jesús en la Biblia.

Las Promesas del Sagrado Corazóm de Jesús

Desde que Nuestro Salvador ascendió glorioso al Cielo y el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos del Señor en Pentecostés, las palabras de promesa de Jesús han sido atesoradas por los cristianos de todos los tiempos. Él prometió estar con nosotros siempre y hacerse presente cada vez que dos o más se reunieran en Su nombre. Prometió prepararnos un lugar, a fin de que algún día estemos donde Él está ahora.

Los cristianos le hemos tomado la palabra a Jesús. Creemos que mora en nosotros y esperamos vivir con Él para siempre. A lo largo de la historia de la Iglesia, estas verdades sencillas pero importantes han sido expresadas de diversas maneras para que la gente de cada época las entienda. El Sagrado Corazón les dio nuevo énfasis al hablarle de ellas a Santa Margarita María en lenguaje de la época:

Les concederé las gracias necesarias a su estado de vida.
Daré paz a sus familias.
Los consolaré en sus aflicciones.
Seré su refugio seguro en la vida y especialmente en la hora de la muerte.
Bendeciré abundantemente sus trabajos temporales y espirituales.
Los pecadores encontrarán en Mi Corazón el manantial infinito de misericordia.
Las almas tibias se harán fervorosas.
Las almas fervorosas se elevarán a mayor perfección
Bendeciré las casas donde se venere la imagen de Mi Corazón.
Daré a los Sacerdotes la gracia para conmover los corazones más endurecidos.
Las personas que propaguen esta espiritualidad, tendrán escrito su nombre en Mi Corazón.
A todos los que comulguen dignamente, nueve primeros Viernes de mes seguidos, les prometo no morirán en Mi desgracia y Mi Corazón será su auxilio en la hora de la muerte.
Jesús prometió que Él estaría presente de manera especial junto a los devotos de Su Corazón y que Su presencia traería la paz a las familias, la conversión de los pecadores, bendiciones en abundancia y perseverancia en el momento final. De particular importancia es la gran promesa de los últimos Sacramentos y el arrepentimiento final, una promesa hecha a quienes recibieran la Sagrada Comunión consecutivamente durante nueve Viernes Primeros de mes.

Esta gran promesa no sólo sirve como una invitación a congregarse en el nombre de Jesús. Sino que también refuerza la esperanza en la vida eterna. Su popularidad ayudó a abrir el camino a la Comunión más frecuente, alentada por San Pío X e incluso a los cambios en la Misa que siguieron al Concilio Vaticano II.

La Devoción al Sagrado Corazóm de Jesús

La esencia de la devoción al Sagrado Corazón se resume en una sola palabra—AMOR. Se trata llevar al corazón la realización del amor del Sagrado Corazón por ellos y encender la chispa, avivar la flama de amor al Sagrado Corazón de Jesús en correspondencia a Su amor, porque amor con amor se paga.

Primero que nada, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, es un apostolado y el propósito de cualquier apostolado es ganar almas para Cristo. Es también una cruzada para conquistar el mundo entero para el Corazón de Jesús. Es, finalmente, un acto solemne de homenaje a ofrecido a Cristo, Rey de reyes, Señor del mundo. Como devotos del Sagrado Corazón de Jesús, debemos reparar por todos los que se rehusan a aceptar Su reinado, rechazo que en nuestros días se manifiesta a través de la aprobación de leyes impías, de educación atea en las escuelas y de familia que ya no le dan a Dios el primer lugar en sus vidas.

Todo esto se realiza a través de tres vertientes, que constituyen todo un programa de vida espiritual: la Eucaristía, la oración y el sacrificio. Se trata del Oro, el Incienso y la Mirra que los devotos del Sagrado Corazón deben ofrecer al Señor.

La Eucaristía

La noche antes de morir, Jesús nos dio el gran regalo de la Eucaristía. La Misa sigue siendo el camino esencial para honrar Su Corazón y la Sagrada Comunión sigue siendo la mejor manera de nutrir nuestra propia vida espiritual. El Viernes Primero de cada mes fue designado por Nuestro Señor mismo como un día consagrado para honrar Su Sagrado Corazón. El objeto de esta devoción es hacer amar ardiente y perfectamente a nuestro Salvador y desagraviarlo por los ultrajes que ha recibido en el paso, así como los que diariamente recibe en el Santísimo Sacramento.

El fruto de realizar los nueve Primeros Viernes en honor del Sagrado Corazón debe ser una participación más frecuente, de ser posible diaria, y más ardiente de la Santa Misa. Y es que Jesucristo merece nuestro amor en todo momento. De hecho, Él es despreciado y agraviado en el Sacramento de Su amor todos los días, por eso es que todos los días hay que hacer reparación por las ofensas que recibe.

Debemos, entonces, adorar a Jesús en este augusto Sacramento, hacer un ferviente acto de amor a Jesús en el tabernáculo, agradecerle por haber instituido este Misterio de amor, expresar nuestro dolor al verlo tan abandonado y resolver visitarlo otra vez tan pronto como nos sea posible y amarlo incesantemente. La asistencia al santo sacrificio de la Misa es con toda seguridad el mejor medio de honrar y amar al adorable Corazón de Jesús.

Pero también debemos hacer adoración ante el Santísimo Sacramento del Altar. La oración ante la Presencia Divina de Jesús libera el poder, las bendiciones y las gracias de Dios sobre la humanidad. El mejor ejemplo de esto lo encontramos en la Sagrada Escritura. Jesús preguntó una vez a Sus Apóstoles quién lo había tocado, porque sintió que una fuerza salía de Él. Se refería a una mujer que había hecho un acto de fe tocando Su manto y es que sabía que al hacerlo, sería curada (cf. Mt 9,20-22)

Cada vez que nos presentamos ante Jesús en el Santísimo Sacramento, tocamos Su Corazón con nuestra fe. Cada Hora Santa que hacemos ante Jesús Sacramentado libera Su poder y Sus gracias sobre nosotros, nuestras familias, nuestras parroquias, nuestras diócesis y el mundo entero. Por eso es que el Santo Padre Juan Pablo II dice que “la Iglesia y el mundo tienen gran necesidad de la Adoración Eucarística.”

Cada Hora Santa complace al Corazón de Jesús de tal manera, que cada hombre, mujer y niño en la tierra reciben un nuevo efecto de la bondad de Dios y Su amor, todo a causa del valor de una sola Hora Santa en Su presencia.

La adoración eucarística tiene igualmente el propósito de reparar por los pecados del mundo. Una sola persona puede reparar lo que falta en la vida de otros, obteniendo gracias preciosas para su salvación. En otras palabras, la Adoración Eucarística trae consigo el derramamiento de la misericordia de Dios sobre la tierra.

En el pasado, había muchas comunidades religiosas y monasterios dedicados a la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento. Pero ahora hay muy pocos y la mayoría de ellos ya no existe. Dios no ha querido esto, pero lo ha permitido porque ésta es la hora de los laicos.

Un número creciente de personas laicas están experimentando el llamado a hacer una Hora Santa, no sólo una vez por semana sino diariamente. Pero si todos nosotros entendiéramos plenamente el valor de la Hora Santa, cada uno encontraríamos el tiempo o nos daríamos el tiempo para hacerla. La dificultad para llevarlo a cabo en el mundo agitado de hoy hace la Hora Santa mucho más preciosa y meritoria a los ojos de Dios.

La Oración

Jesús enseñó a Sus discípulos a orar. La oración es absolutamente necesaria para la salvación. Es un requisito natural en la vida del cristiano. “Oren siempre”, dijo Nuestro Salvador. “Siempre” significa en todo momento y en todo lugar. Nuestra vida entera debe ser una oración. Oramos cuando amamos y la oración no es otra cosa que un intercambio de amor. El tiempo que pasamos en oración y leyendo la Biblia, nos permiten expresar los anhelos de nuestro propio corazón y nos ayudan a conocer mejor a Dios. Pero la oración, para ser efectiva, requiere de un elemento muy importante: la confianza.

Lo primero que Jesús nos pide es la confianza en Él. Aunque Tomás compartió el amor de Jesús y escuchó Sus palabras, siguió dudando de la Resurrección hasta que Nuestro Salvador lo invitó a tocar las llagas de Sus manos y Sus pies, así como Su costado abierto. Al hacerlo, Tomás no pudo hacer otra cosa sino exclamar, lleno de admiración: “Señor mío y Dios mío”. Tomás no fue el único seguidor de Cristo que tuvo problemas para creer. Tampoco los discípulos de Emaús fueron los únicos en alejarse de lo que era más importante. Pero, afortunadamente, Jesús prometió estar con nosotros siempre. Cada uno tenemos una historia propia de fe que contar, de días cuando sentimos que Jesús está a nuestro lado y de otros, cuando parece que no lo está. Santa Margarita María escribió un Acto de Consagración al Sagrado Corazón, del cual destacan las siguientes palabras: “…Oh Corazón de amor, pongo toda mi confianza en Ti, porque lo temo todo de mi propia maldad y fragilidad, pero espero en todas las cosas Tu bondad y generosidad…”

Ahora entendemos mejor esta jaculatoria: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”. Sí, confiar en Jesús en todo momento, en los tiempos buenos y en los malos, cuando lo sintamos cerca y cuando nos parezca que está muy lejos de nosotros. La oración confiada todo lo alcanza y esa es la clase de oración que el Sagrado Corazón de Jesús pide de nosotros.

La oración debe ser personal, pero también en familia y en comunidad. Existen diversas formas de orar: la oración matutina y vespertina, el rezo del Santo Rosario, la lectura de la Biblia y otras devociones privadas, entre las que se recomienda rezar diariamente las Letanías del Sagrado Corazón.

El Sacrificio

Esta parte de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es quizá la más difícil, porque demanda una actitud cristiana más elevada. Pero ésta es la doctrina de la Cruz. Antes de que Nuestro Señor eligiera la cruz como instrumento de la redención, ésta era considerada universalmente como una abominación –era rechazada, despreciada, odiada; era objeto de vergüenza e infamia. Pero Jesús, al morir en la Cruz, la santificó, la ennobleció y la elevó a las alturas sublimes de la gloria eterna.

La doctrina cristiana nos dice que los hombres participan de la Pasión, de la Cruz de Cristo, con sus propios sufrimientos personales, sus infortunios, penas y mortificaciones. “Participan”, es decir, si aceptan estos males en el espíritu de Jesús y los ofrecen como sacrificio.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús reclama justamente este espíritu de sacrificio y esto, por un motivo muy determinado –la conversión de los pecadores. Es lo que llamamos “pagar el rescate”.

Todos tenemos algún sufrimiento, un poco de cruz, que Jesús nos ha ofrecido. Debemos aprovecharlo, no simplemente soportarlo como algo impuesto. ¿Conocemos a un pecador que debe convertirse, a un católico que ha caído y debe regresar al rebaño, a un no creyente que debe hacerse cristiano? Su conversión está garantizada, si tan solo pagamos el rescate debido. Si es necesario un milagro para realizarla, el milagro se llevará a cabo –un milagro de la gracia.

Pero siempre, estos “milagros de conversión” deben pagarse. ¿Cómo? Primero por medio de la Santa Misa; viviendo la Misa en nuestra vida ordinaria; ofreciéndonos con Cristo en el cáliz, representando así nuestro papel como miembros del Cuerpo Místico. Segundo, por medio del espíritu de penitencia antes descrito –las cruces diarias aceptadas con amor y por amor a Jesús. Y tercero, las mortificaciones que nosotros mismos decidimos imponernos. Éste es el caso del ayuno que realizamos voluntariamente cuando menos una vez por semana, los viernes, eligiendo vivir ese día únicamente a pan y agua. También podemos y debemos ayunar de ver televisión, películas y espectáculos que lastiman nuestra alma, de leer los periódicos y renunciar a muchas comodidades a las que el hombre de hoy está tan acostumbrado.

La Hora Santa de Adoración en el Hogar

Hay un tercer medio para alcanzar la conversión de los pecadores, una clase especial de sacrificio, una forma para quienes desean hacer algo extraordinario para honrar al Sagrado Corazón y pagar el rescate por las almas –es la noche de adoración en el hogar. Esta parte del programa demanda que las almas más fervientes pasen una hora, cuando menos una vez al mes, en sus hogares haciendo adoración al Rey del amor, ya sea en lo individual o como grupo familiar. Esta hora debe realizarse entre las 9 de la noche y las 6 de la mañana y lo ideal sería hacerlo cada Viernes Primero. Se trata con ello de compensar y reparar por los pecados del mundo que tantas veces se cometen precisamente a esas horas.

Éste es un llamado dirigido no a las multitudes, sino a las almas escogidas. Cabe señalar, sin embargo, que en el mundo entero hoy existen millones de personas que realizan esta Hora Santa de Adoración en el hogar.

La entronización del Sagrado Corazóm de Jesús en el Hogar

Esta acción es una manera de corresponder a una de las promesas del Sagrado Corazón a Santa Margarita María: “Bendeciré las casas donde se venere la imagen de Mi Corazón”. La entronización del Sagrado Corazón de Jesús en el hogar tiene por objeto reparar por la “desentronización” que Cristo Rey sufre diariamente en los corazones de los hombres y en las familias del mundo. Para ello, elegimos libremente “entronizar” a nuestro Rey. El homenaje real que con ello ofrecemos a Cristo deberá realizarlo no sólo el individuo, sino la familia entera. Y el lugar preciso donde ha de hacerse esta entronización es el hogar, célula de la sociedad. La cruzada para conquistar el mundo para Cristo tiene que hacerse casa por casa, familia por familia.

La entronización se lleva a cabo con una ceremonia formal. En el lugar central de la casa –usualmente la sala –se arregla con velas encendidas, flores y decoraciones adecuadas. Se coloca una imagen del Sagrado Corazón en un lugar especial. Es conveniente invitar a algunos amigos la familia entera, de ser posible, estará presente. También se invita a un sacerdote para presidir y bendecir la imagen. En esto vemos que se trata de un homenaje muy especial. Es una devoción familiar, pero el sacerdote generalmente no preside una devoción familiar ordinaria. Por tanto, se trata de algo fuera de lo ordinario.

Durante la ceremonia, el sacerdote habla del significado y la importancia del acto que va a tener lugar, luego bendice la imagen del Sagrado Corazón. Los miembros de la familia “escoltan” a Jesús a Su trono, colocando la imagen (una pintura o estatua) en la pared, mesa o repisa. Este acto tan singular expresa dos ideas: el reconocimiento público y la reparación social.

Después la familia se consagra solemnemente a Cristo, haciendo una alianza pública con Dios. Sus miembros hacen una profesión de fe rezando el Credo de los Apóstoles, ofreciendo plegarias y una acción de gracias por las muchas bendiciones que han recibido y oran por los miembros ausentes de la familia. Como una expresión de homenaje al Corazón Inmaculado de María, Madre de Dios y Reina de la Casa, se reza la Salve. Terminadas las oraciones, el sacerdote bendice a todos los presente. Se trata de una ceremonia familiar, pero es únicamente un signo externo. De ahora en adelante los miembros de la familia, con Jesús en medio de ella, emprenderán la tarea real: la restauración de la sociedad para Dios, comenzando por ellos mismos.

La entronización del Sagrado Corazón en el hogar, pretende hacer de la familia una extensión del Tabernáculo Eucarístico. Para ello será necesario que todos ofrezcan diariamente su Oro, Incienso y Mirra al Sagrado Corazón.

La familia se vuelve, por así decirlo, en una familia eucarística, en un auténtico santuario cristiano lleno de la presencia del Señor, porque sus miembros viven la Misa en su vida cotidiana y llevan consigo a casa la fuente de la gracia que recibieron en la Sagrada Comunión. A través de la oración personal y en común, así como del ofrecimiento de las cruces diarias y los sacrificios, se verán fortalecidos para vivir la gracia santificante y participarán de la restauración de la sociedad. De este modo, ambos tabernáculos –el del templo y el del hogar- quedan unidos por el lazo común del Corazón de Jesús. La imagen entronizada es un recordatorio de la presencia permanente de Jesús, de un modo diferente naturalmente, en el tabernáculo de la iglesia y en el tabernáculo del hogar que es una extensión del primero.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús puede llegar a transformar enteramente el rumbo de nuestra vida. El regalo de perdón de Jesús a María Magdalena santificó la vida de ésta a partir de ese momento. Su don del Espíritu Santo en Pentecostés transformó a Sus temerosos discípulos en antorchas ardientes del Evangelio. El amor de Jesús por Sus amigos, tanto antes como después de la Resurrección, es una invitación a ir más allá de las palabras, a ver dentro de Su Corazón y llegar a contemplar la ternura y la misericordia de Dios por nosotros. Lo anterior demanda una respuesta devota y personal de cada uno.

La auténtica devoción al Sagrado Corazón de Jesús forzosamente se traducirá en un torrente que inunde al mundo entero. Conocer el amor de Dios y Su misericordia en el Sagrado Corazón de Jesús, inevitablemente nos llevará a ser devotos de Él.

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Oh Sagrado Corazón de Jesús, lleno de infinito amor, desgarrado por mi ingratitud, traspasado por mis pecados, pero amándome siempre, acepta la consagración que hago a Ti de todo lo que soy y todo lo que poseo. Te entrego todas las facultades de mi alma y de mi cuerpo. Acércame, día a día, más y más a Ti. Enséñame ahí Tus benditos caminos. Amén.

Acto de Reparación

Sagrado Corazón de Jesús, animados con el deseo de reparar los ultrajes cometidos incesantemente contra Ti, nos postramos ante el trono de Tu misericordia, y en nombre de toda la humanidad, Te ofrecemos nuestro amor y fidelidad.

¡Mientras más blasfemias haya contra Tus misterios, más firmemente creeremos en ellos, oh Sagrado Corazón de Jesús!

¡Mientras más amenace la impiedad con extinguir nuestras esperanzas de inmortalidad, más confiaremos en Tu Corazón, única esperanza de la humanidad!

¡Mientras más se resistan los corazones a Tus divinas atracciones, más Te amaremos, oh infinitamente amable Corazón de Jesús!

¡Mientras más ataque la incredulidad Tu Divinidad, más humilde y profundamente la adoraremos, oh Divino Corazón de Jesús!

¡Mientras más transgredidas e ignoradas sean Tus leyes, más nos deleitaremos en observarlas, oh Sacratísimo Corazón de Jesús!

¡Mientras más despreciados y abandonados sean Tus Sacramentos, más frecuentemente los recibiremos con amor y reverencia, oh mansísimo y humildísimo Corazón de Jesús!

¡Mientras más descuidada y olvidada sea la imitación de Tus virtudes, más nos esforzaremos por practicarlas, oh Corazón de Jesús, modelo de toda virtud!

¡Mientras más trabaje el demonio para destruir las almas, más nos inflamaremos con el deseo de salvarlas, oh Corazón de Jesús, Amante celoso de las almas!

¡Mientras más destruyan el pecado y la impureza la imagen de Dios en el hombre, más trataremos de ser templos vivos del Espíritu Santo, a través de la pureza de vida, oh Corazón Purísimo de Jesús!

¡Mientras más despreciada sea Tu Santa Iglesia, más nos empeñaremos en ser sus hijos fieles, oh Dulce Corazón de Jesús!

¡Mientras más perseguido sea Tu Vicario en la tierra, más lo honraremos nosotros como cabeza infalible de Tu Santa Iglesia, le mostraremos nuestra fidelidad y rezaremos por él, oh Corazón de Jesús, lleno de majestad!

Oh Sagrado Corazón, por Tu gracia poderosa, haz que seamos Tus apóstoles en medio de un mundo corrompido y también Tu corona en el reino de los cielos. Amén.